Días atrás en una conferencia alguien le hizo la siguiente pregunta al disertante:
- Recomiendas recurrir a un maestro...¿cómo se hace para elegirlo?
Y el disertante respondió algo que no cerraba la gestalt de la pregunta, al menos para mí y necesité buscar en mi experiencia como habían ocurrido los hechos.
Pude ver que los maestros no se eligen, simplemente aparecen... y cuando eso ocurre no te preguntas nada porque le certeza de lo que te enseña es lo que constituye que le asignes el título.
Pero mientras tanto y en tanto no aparezca o cuando haya hecho ya su más importante trabajo tus maestros serán las personas. Todas, sin excepción. Algunas serán maestros de nuestra mente al aportarnos visiones novedadosas de la vida que no se nos había ocurrido pensar.
Otras serán maestros de nuestras emociones. Quienes más nos fastidien nos obligarán a pensar qué provoca en nosotros tal situación y como madurar en nuestras emociones para mejorar el control. Será posible en algún momento futuro encontrar el modo de que no desaten nuestros acostumbrados mencanismos internos?
Yo de lo que puedo hablar es de una notable mejora. De un entrenamiento de las emociones.
Por momentos siento que estoy cursando un posgrado en inteligencia emocional y eso hace valedera la experiencia humana que la Vida me obligó a atravesar y que, de haber sido exclusivamente mi responsabilidad, no habría elegido.
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