La Posada del alma

Estoy convencida que la diferencia entre quien soy y quien quiero ser está ocupada por la queja y por la ignorancia.

Ya he perdido la capacidad de criticar a otros: los conozca personalmente o no. Sospeche alguna mala intención o no (el tema de la intención amerita otra entrada). Ya no critico al poder, al gobierno, al vecino, al administrador, a mi marido, a mis hijos, a mis docentes.

Ya no critico a nadie y reconozco que esto mismo me aísla por momentos de los grupos en los que me encuentro porque no me sumo a los comentarios. No critico no porque coincida en lo que los demás hacen sino porque no estoy allí ni soy ellos. He comprendido que desde el lugar donde no tengo la obligación de hacer sé hacer todo.

Veo con absoluta claridad lo que no tengo que hacer. Y no sé hacer lo único que quiero.

No puedo criticar a nadie. Sólo sé, por momentos, quien soy y en muchas menos ocasiones quien quiero ser pero sé quien no seré: no seré alguien parecido a mí: seré sólo yo y a la única que podría criticar es a mí pero a decir verdad tampoco creo que ese es el camino.

Uso mis vulnerabilidades para comprenderme y crecer. Aún no hago todo lo que desearía y por momentos no actúo como hubiera deseado. Un impulso se ha disparado antes que mi conciencia haya podido darle una mejor forma.

A la única persona que podría criticar es a mí pero ni siquiera.

Lo que aún no amo en mí es mi fuente de información para el cambio.Es mi pasaje de partida a mi nuevo ser.

He comprendido que la crítica, en cambio, es quedarme en la ventanilla conversando con el expendedor de boletos. Es la perfecta excusa para no ser quien deseo.